La emoción del miedo es una parte central de la experiencia humana. Nuestros cerebros están conectados para experimentar el miedo como una forma de advertirnos que podríamos estar en peligro. Aunque cosas como el daño cerebral pueden afectar nuestra experiencia o incluso hacer que alguien sea incapaz de experimentar miedo, la mayoría de la gente siente miedo a veces.
¿Qué sucede cuando sentimos miedo? ¿Qué medidas toma nuestro cerebro para mantenernos a salvo y cómo respondemos?
El miedo y el cerebro
La experiencia humana del miedo comienza en la amígdala, la parte del cerebro que procesa muchas de nuestras emociones. Cuando la amígdala se activa debido a un posible peligro, provoca la respuesta de miedo. Esto puede suceder cuando estamos en peligro real, cuando creemos que estamos en peligro, cuando experimentamos estímulos «aterradores» (como una película de terror, por ejemplo) o cuando la amígdala es estimulada artificialmente.
Mientras que la amígdala procesa las experiencias emocionales, el lóbulo frontal y la corteza prefrontal controlan cosas como el lenguaje y el control de los impulsos. Cuando experimentamos miedo, nuestro cerebro redirige la energía a la amígdala, lo que ralentiza el procesamiento en otras áreas. Por eso puede ser difícil hablar o tomar decisiones racionales cuando tenemos miedo.
Respuestas de miedo
Cuando experimentamos miedo y la amígdala se activa, nuestro cerebro toma decisiones rápidas sobre qué hacer a continuación. El objetivo de nuestro cerebro es tomar la decisión que nos mantendrá a salvo, la elección que nos alejará del peligro percibido con el mínimo daño. Cuando alguien tiene un historial de trauma, es más probable que su cerebro active esta respuesta en previsión de un peligro futuro.
Esta respuesta se puede describir a través de cuatro categorías: lucha, huida, congelación y adulación.
Pelear
El místico Rajneesh dijo: «La ira es miedo disfrazado», y esto resume sucintamente la respuesta de lucha. Cuando el cerebro percibe el peligro, puede optar por intentar luchar contra la amenaza. Esto puede manifestarse como un altercado físico o verbal y se acompaña de un intenso sentimiento de ira.
Cuando experimentamos la respuesta de lucha, nuestro cerebro está tratando de evitar el peligro venciéndolo. Si el peligro es real y se puede superar con fuerza física, esta puede ser una herramienta eficaz para mantenernos a salvo. Pero cuando el peligro percibido no es realmente una amenaza, esto nos puede meter en problemas.
Vuelo
Si nuestro cerebro no siente que puede combatir con éxito el peligro, puede decidir intentar escapar, desencadenando una respuesta de huida. Esencialmente, esta respuesta implica tratar de alejarse lo más posible de la situación peligrosa lo más rápido posible. Si el peligro es algo que se puede superar, la respuesta de vuelo puede ser efectiva.
Congelar
Otra respuesta de miedo es congelarse o tratar de estar muy quieto y en silencio hasta que pase el peligro. Algunas personas con ansiedad social extrema pueden experimentar mutismo selectivo, en el que se encuentran incapaces de hablar en situaciones que provocan ansiedad; este es un ejemplo de la respuesta de congelación en el trabajo. Sus cuerdas vocales se paralizan debido al miedo y no pueden hablar hasta que pasa la ansiedad.
Las teorías evolutivas sugieren que la respuesta de congelación podría ser el intento del cerebro de evitar que los depredadores lo detecten, permaneciendo esencialmente muy quieto hasta que la amenaza desaparezca. La respuesta al miedo cierra la capacidad del cuerpo para moverse, lo que hace que la persona se sienta literalmente congelada o atrapada hasta que el miedo pasa.
Adular
«Adular» es una respuesta de miedo en la que el cerebro decide tratar de complacer a quien está desencadenando la respuesta de miedo para evitar que cause daño. Esta respuesta es común en los sobrevivientes de un trauma, quienes podrían tratar de evitar el abuso manteniendo al abusador lo más feliz posible. Esto también puede manifestarse como cumplimiento para evitar ser lastimado.
Si alguien cumple con un agresor para reducir el riesgo de daño físico, no está consintiendo el abuso. Su cerebro simplemente está tratando de mantenerlos lo más seguros posible en una mala situación.
¿Puedes cambiar tu respuesta de miedo?
Debido a que las respuestas de lucha, huida, inmovilización y adulación se eligen con tanta rapidez, por lo general no estamos decidiendo activamente qué respuesta es más efectiva o apropiada en una situación determinada. Estos procesos ocurren automáticamente porque, cuando estamos en peligro, a menudo no hay tiempo para sentarse y sopesar nuestras opciones. Nuestro cerebro simplemente hace lo mejor que puede en el momento. Desafortunadamente, esto significa que a menudo no tomamos las decisiones más efectivas cuando se activa la amígdala.
Por ejemplo, una persona puede arremeter contra su cónyuge debido a una respuesta de pelea cuando se siente ansioso por el trabajo. Es posible que se congelen y no puedan realizar una presentación importante.
La atención plena de nuestras emociones puede ayudarnos a notar cuándo tenemos una respuesta de miedo y tratar de reactivar la parte lógica de nuestro cerebro. Cuando notamos que estamos experimentando esta respuesta, podemos intentar hacer una elección diferente. La investigación muestra que podemos entrenarnos para responder de manera diferente al miedo.
Las respuestas de miedo intensas y frecuentes cuando no hay una amenaza real pueden ser un signo de ansiedad. Si descubre que evita situaciones que en realidad no son peligrosas debido al miedo, se involucra en discusiones frecuentes o antepone los deseos y necesidades de los demás a los suyos en detrimento suyo, es posible que esté experimentando respuestas de miedo.
Debido a que el miedo es una forma en que nuestro cerebro nos mantiene a salvo, no sería saludable nunca experimentar una respuesta de miedo. Por ejemplo, los primeros humanos que no experimentaron miedo probablemente trataron de acariciar al tigre dientes de sable en lugar de esconderse, una elección que probablemente no terminó bien para ellos. Queremos que nuestro cerebro perciba con precisión si algo es una amenaza o no y tome la mejor decisión para mantenernos a salvo.
Una palabra de Psyathome
Si sus respuestas de miedo ocurren con frecuencia cuando no hay peligro o con más intensidad de lo que requiere la situación, es posible que esté experimentando ansiedad. Afortunadamente, la ansiedad puede tratarse mediante terapia, exposición y medicación.
Luchar, huir, congelarse y adular son las formas en que nuestro cerebro nos mantiene a salvo en situaciones potencialmente peligrosas. Entender los mecanismos que hay detrás de estas respuestas puede ayudarnos a ser conscientes y regular nuestras emociones de forma adecuada y saludable.